¿Cual es la diferencia...? Met. Anthony (Khrapovitsky)

Foro en español y portugués para discutir los diversos aspectos de la Ortodoxia Tradicional.
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Priest Siluan
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¿Cual es la diferencia...? Met. Anthony (Khrapovitsky)

Post by Priest Siluan »

Metropolita Anthony (Khrapovitsky) de Kiev y Galich, 1863-1936, fue uno de los más profundamente respetados y amados Jerarcas Ortodoxos de nuestros tiempos, fue candidato a ocupar la restaurada Cátedra Patriarcal de Moscú en 1917, organizador y primer primado de la Iglesia Rusa en el Extranjero, y el padre espiritual de una generación entera de ortodoxos, de la cual el mayor de todos fue San Juan el Milagroso de Shangai y San Francisco.

Este trabajo fue publicado por primera vez en San Petersburgo en 1911.

Contenidos:

i. Respuesta Incompleta
ii. Teología Occidental y Vida Cristiana
iii. El Caso de los Dos Maestros
iv. Principio Básico y Sublime
v. ¿Fe Ascética o Fe Mundana?
vi. El Amor y cómo conservarlo
vii. Ignorancia Vs. Razón
viii. Los Valores morales volvieron de visita.


¿Cuál es la Diferencia Entre la Ortodoxia y las Confesiones Occidentales?

Respondiendo esta pregunta, muchos rusos cultos mencionarían a los ritos,--pero nosotros poco necesitamos perder tiempo en esta clase de cosas absurdas. Lejos de la verdad seria, sin embargo, otra opinión bastante común entre aquéllos que están bien versados en teología. Estos hablarían sobre el filioque, sobre la supremacía papal y otras enseñanzas rechazadas por la Ortodoxia, y también sobre aquellas enseñanzas de la Fe Latina y la Fe Ortodoxa que fueron rechazas por los protestantes. Entonces, concluiríamos con que la Ortodoxia no tiene una específica sustancia propia, o esta seria igualmente desconocida para todas las confesiones europeas. Pero dado que estas se han originado la una de la otra, nosotros podríamos prever que existen ciertos tesoros de la verdad de Cristo que no puede encontrarse en ninguna de ellas: una herejía nacida de otra herejía debe guardar algo de su progenitora, siempre y cuando esta no retorne a la Verdadera Iglesia.

i. Respuesta Incompleto

Los teólogos eslavófilos, y en particular Khomiakov, fueron los primeros en trazar la línea entre la verdadera Iglesia y las denominaciones occidentales, sin basarse en ningún elemento dogmático particular, sino en el de la preferencia general del ideal interno de la Ortodoxia. Ésta es la excelente contribución de Khomiakov, a la teología, a la Iglesia, y así también al ilustrado occidente, quien lo supo poner a la altura de otros escritores religiosos rusos. Esto es más claramente apreciable, en el hecho de que todos los teólogos europeos simpatizantes de la Ortodoxia, hablan de ella en la terminología de Khomiakov, utilizando precisamente sus formulaciones sobre las diferencias confesionales. Específicamente, los Vetero Católicos que se fueron atraídos hacia la Ortodoxia y se han involucrado en una prolongada correspondencia oficial tratando el acercamiento con nosotros; siguen sus perspectivas en la exposición de las cuestiones principales que, en su opinión, nos divide a nosotros del Vetero Catolicismo--es decir, el filioque como una innovación contrariamente a la disciplina de la Iglesia que nos llama a "guardar la unidad del espíritu en el vinculo de la paz" y la transubstanciación en la Eucaristía, un empréstito de los teólogos occidentales, extraño a la tradición de la Iglesia (la cual habla de transformación).

El pequeño libro de Khomiakov [La Iglesia es Una y algunos otros ensayos] es el más popular de todos los trabajos teológicos rusos, esto es entre nuestros hombres cultos y entre los extranjeros. Por consiguiente, no nos detendremos mas en el. Simplemente permítasenos recordar que él hace la distinción entre las denominaciones basadas en su propia comprensión de la novena cláusula del Credo--es decir, en su enseñanza sobre la Iglesia. Presentando la enseñanza Ortodoxa en la Verdad, Khomiakov demuestra, a los severamente distorsionados y casi perdidos en el Occidente no ortodoxo, la importancia moral de nuestro ideal espiritual, la completa preferencia de nuestra fe en contraste con las confesiones occidentales que han perdido uno de los más sagrados ideales, las edificantes verdades del Cristianismo.

Khomiakov ve a la Iglesia no tanto como una jerarquía, sino mas bien como una unión de almas, complementándose una con otra por su comunión mística en Cristo, Quien por si mismo se revela a los fieles solo si existe amor mutuo entre ellos, en la unidad (comprendida según los Concilios Ecuménicos). En todos las cuestiones de disciplina eclesial, y en el mismo proceso de incursión en la verdad divina--tal cual como ha sido establecido por la tradición de la Iglesia--Khomiakov trae un espíritu de alegría, un espíritu extraño a la subyugación, un espíritu que nos lleva al espacio ilimitado de la comunión con el mundo del creyente, con toda la eternidad.

Así, nosotros admitimos sin ninguna reserva, que Khomiakov ha expuesto correctamente la enseñanza ortodoxa sobre la Iglesia, y que él, claramente ha demostrado el valor de Ortodoxia en contraste con las denominaciones occidentales, quienes han perdido la comprensión de la unión moral del creyente, tanto en la vida como en la enseñanza, y qué han reducido el Reino de Dios al nivel de un logro personal o un gobierno exterior similar a una organización. Mientras reconociendo esto, y homenajeando a Khomiakov por su gran trabajo teológico y misionero, debemos hacer notar que su definición de Ortodoxia o, en otros términos, de verdad, es el divinamente revelado Cristianismo, cual contrariamente, en las denominaciones occidentales se halla incompleto. Desde hace mucho, decíamos completarlo.

ii. Teología Occidental y Vida Cristiana.

Realmente, la diferencia entre ambas es muy profunda.

La enseñanza sobre la Iglesia, por supuesto, es sumamente importante, de manera que nuestra comunión tiene que ser renovada continuamente en nuestras mentes. Pero aun aparte de la cuestión de la Iglesia; en la forma en que uno se acerca a Dios y a su propia vida existe gran diferencia entre un occidental no ortodoxo y un ortodoxo.

Grandes y pequeñas cosas son impregnadas por esta diferencia. Tomemos por ejemplo la fuente de la instrucción de nuestra propia vida espiritual. Una parte de esta, tal cual la estudiamos en las escuelas es teología dogmática y teología moral, tomada de los católicos y protestantes: sólo son suprimidos los más simples errores de la heterodoxia, conocidos a todos y condenados por las autoridades de la Iglesia. La otra parte de la enseñanza dogmática y teológica, que bien conocida tanto para los hombres educados y como para los hombres simples, de nuestro tiempo y del pasado, temprano al siglo IX y posteriormente, está en nuestras oraciones, los himnos de los servicios divinos, y las enseñanzas morales de los Santos Padres.

¡Pero qué notable! No existe casi nada en común entre las dos fuentes. Los avalados teólogos no conocen nuestras Loas, nuestros himnos dogmáticos (Estijer y cánones), nuestras Vidas de los Santos--excepto, quizá, los simples practicantes, los amantes de música de la iglesia, pero no así los estudiosos religiosos. Mientras que esas escrituras en eslavo en espesos y torpes libros son el principal, si no el único, origen y nutriente de la viviente fe rusa, tanto para los hombres simples y como para los más educado. Pero la teología oficial ha podido beber de esta fuente, ni siquiera por de mera curiosidad.

Ahora, demos un vistazo hacia los mejores cristianos de entre nosotros, nuestros maestros en la vida cristiana: Hieromonje Ambrosio de Optina [+1891], Padre Juan de Kronstadt [+1909], Obispo Teófano el Recluso [+1894; los tres han sido desde su reposo glorificados como los santos]. Por ningún medio, puede decirse de ellos que eran estrechos de mente o ignorantes; pues fueron graduados agradecidos de nuestros seminarios y academias, en sus escrituras excepto algunos intentos por tomar a préstamo algo de la teología académica o de citar referencias de la misma, no existe nada de ella, salvo en unos pocos y dispersos temas.

Si le ofreciéramos montañas de doctos volúmenes para ayudar en su enseñanza; los tratarían con el respeto pero, créame, no encontrarían nada provechoso para tomar a préstamo. Lo mismo será para el caso del cristiano común que busca entender cualquier acontecimiento o experiencia religiosa. Es bastante evidente que nuestra teología académica, se ha construido tomando los principios occidentales, aunque libre de los errores occidentales. Y hasta entonces esta alejada de la realidad espiritual ortodoxa, y muy poco relacionada a ella, que no sólo es inútil como fuente de instrucción, es mas, ni siquiera puede acercarse a la vida espiritual real.

Esto no podría haber ocurrido si solo la teología occidental hubiera sido diferente de la ortodoxa en las enseñanzas relacionadas a la Iglesia. Como vemos, las religiones occidentales han alterado la misma noción de la vida cristiana, de sus objetivos y condiciones.

iii. El Caso de los Dos Maestros

Una vez, como Rector de la Academia Teológica, di una tarea para hacer a un talentoso estudiante: comparar y contrastar las enseñanzas morales del Obispo Teófano con las Martensen. Martensen es un venerado predicador protestante, reconocido como un sobresaliente teólogo moral, menos influenciado que los otros en cuanto a errores confesionales. Obispo Teófano fue un culto teólogo ruso, rector de la Academia Teológica de San Petersburgo. ¿Y usted sabe que? Estos dos autores presentan la moralidad cristiana en forma totalmente diferente, y a menudo de manera opuesta. Aquí esta el resumen de los resultados:

Obispo Teófano enseña que hacer para que la vida se encause el los estándares de la perfección cristiana, mientras el Obispo Occidental (sit venia verbo) sólo toma del Cristianismo, tanto como es consistente, a los estándares de vida secular. Es decir, el primero acepta al Cristianismo como la eterna fundación de la vida normal, y demanda que cambiemos fuertemente para llevar nuestras vidas en complacencia con esta norma; el segundo acepta las realidades de la vida secular moderna como inalterables, y sólo donde estas permiten algunas variaciones, él indica las opciones que son preferibles desde el punto de vista cristiano. El primero exige heroísmo moral para la lucha a lo largo de la vida; el segundo selecciona cualquier elemento del Cristianismo que sea bueno a nosotros para satisfacer nuestro actual estilo de vida. Para el primero, la verdadera vida a la cual es llamado el hombre es la vida eterna, mientras nuestra actual vida en la tierra con todos sus aparatos formados históricamente es casi una ilusión; para el segundo la noción de la vida futura es meramente un acto edificante, una noble idea, una idea que contribuye a mejorar incesantemente nuestra vida real aquí en la tierra.

En las diferencias entre estos dos maestros de moral esta manifiesto la diferencia entre la Fe Ortodoxa y las religiones occidentales. Una esta basado en el concepto de la perfección cristiana, o santidad, y desde este punto de vista evalúa la presente realidad; el otro se establece firmemente sobre el status quo de la vida terrenal y se esfuerza por estipular al mínimo de práctica religiosa, al punto que todavía permite la salvación--si realmente existe la eternidad.

iv. Principio Básico y Sublime

--¡Usted no se dirige a la falsas creencias, sino a las pobres actitudes religiosas en Occidente! --dirían nuestros críticos.

--Eso es correcto,--replicaríamos,-- de modo leve nos hemos preocupado por estas actitudes, por la degeneración de vida y pensamiento religioso occidental; ahora permítasenos examinar un principio sublime que estos han perdido.

El Cristianismo es la búsqueda de la virtud a lo largo de la vida. El Cristianismo es una perla por la cual, el sabio mercader de la parábola del Evangelio ha tenido que vender todas sus posesiones. Parecería que en el curso de la historia esta abnegación, este tomar la cruz, significan diferentes cosas: en la vida terrenal del Salvador, el Cristianismo fue la unión de Sus discípulos con Cristo; después se volvió confesión de fe y martirio; desde el cuarto al vigésimo siglo,-- reclusión y monasticismo. Sin embargo, en efecto, estas diversas hazañas fueron sólo medios para obtener un fin, una meta--el logro gradual de la perfección espiritual en la tierra, de liberarse de las pasiones, para la obtención de las virtudes,--así como rezamos en la oración de San Efrén, repitiéndola una y otra vez con muchas inclinaciones y postraciones, durante la Gran Cuaresma:

“Oh Señor y Dueño de mi vida, no me des espíritu de ociosidad, de desaliento, de ambición y de locuacidad. Postración.

Mas, espíritu de castidad, de humildad, de paciencia y de amor, concédemelo a mí, tu siervo. Postración.

Sí, Oh Señor y Rey, concédeme percibir mis propias faltas y no juzgar a mi hermano, porque bendito eres por los siglos de los siglos. Amén. Postración.”

"Ésta es la voluntad de Dios, tu santificación",--dice el Apóstol; nosotros sólo podemos lograrlo, poniendo esto como la principal y única meta de nuestra vida, viviendo para la santidad. Esto es lo que es el verdadero Cristianismo; esto es la esencia de Ortodoxia frente a la heterodoxia del Oeste. Con respecto a esto (y, por consiguiente, debido su naturaleza) las herejías Orientales como la de los monofisitas y armenios están mucho más cercanas a la Ortodoxia de lo que están las de occidente: porque semejante a nosotros, ellos han puesto la perfección espiritual como la meta de la vida cristiana, pero difieren de nosotros en las enseñanzas sobre las condiciones para lograr esta meta.

v. ¿Fe Ascética o Fe Mundana?

--¿Los cristianos occidentales dicen realmente que no hay necesidad por la perfección moral? ¿Ellos negarían que el Cristianismo demanda nuestra perfección?

--Ellos no dirían esto, porque ni siquiera ellos ven esto como la esencia del Cristianismo. Es más, en su visión de perfección y medios para lograrla, discreparían con nosotros en cada palabra; ni siquiera entenderían, y mucho menos estarían de acuerdo, con que esta es en realidad la perfección moral, la meta de la vida cristiana--y no meramente el conocimiento de Dios (como dirían los protestantes) o un servicio a la Iglesia (según los católicos romanos), virtudes o medios por los cuales, en su opinión, Dios nos daría a modo de recompensa la perfección moral.

La perfección moral es ganada por intensivo, extenuante, esfuerzo, por la lucha interior, por la abstinencia, y más que todo--por la propia humillación (todos estos trabajos son conocidos como podvig). Un cristiano ortodoxo, en virtud de seguir atenta y diligentemente la disciplina espiritual, participa en gran medida en esta lucha: la propia disciplina esta destinada a facilitar nuestra gradual mortificación de las pasiones y la adquisición de la bendita perfección. En esto, somos ayudamos por nuestros servicios divinos, por los esfuerzos en la preparación para la Santa Comunión, por el ayuno, y por el orden casi monacal de la vida ortodoxa, codificado en nuestro Typicon (Ustav) y que fue seguido estrictamente por nuestros antepasados anteriores a Pedro el Grande, y por todos aquéllos que viven según la tradición hasta este mismo día.

En síntesis, la Fe Ortodoxa es una fe ascética; el pensamiento teológico ortodoxo--aquel que de ninguna manera yace sobre un bagaje escolástico muerto, sino que influencia nuestra vida y se esparce entre el pueblo--es un estudio de los caminos de la perfección espiritual. Y Como a tal esta hecho manifiesto en nuestros servicios en iglesia a través de afirmaciones teológicas, las referencias a eventos bíblicos, mandatos y recordatorios del Último Juicio.

Esto, por supuesto, no es extraño a las denominaciones occidentales; pero ellos entienden la salvación como una recompensa externa dado a cada cual por una cierta cantidad de buenas acciones (también externas), o por una firme fe en la divinidad de Jesucristo. Ellos no tienen el conocimiento, ni interés de saber, cómo un alma debe librarse gradualmente de la esclavitud de pasiones, de cómo debemos ir gradualmente fortaleciéndonos en nuestro camino a la libertad del pecado y a abundancia de las virtudes. Sin duda, existen ascetas en Occidente, pero sus vidas están dominadas por la obediencia depresiva, absurda, a las reglas seculares y requisitos por el cual les es prometido el perdón de los pecados y la futura vida eterna. La vida eterna ya se ha manifestado, como el Apóstol Juan dice, y la bendita comunión con Dios se obtiene ahora mismo por el correcto ascetismo, según las palabras de San Macario el Grande,--todos esto es desconocido a Occidente.

Esta ignorancia está creciendo cada vez más, cada vez peor y burdamente. Así, los teólogos occidentales contemporáneos han perdido la comprensión del objetivo del Cristianismo, de la razón de la encarnación de Cristo, que simplemente es--la perfección moral de hombre. Ellos han perdido, al parecer, su cordura con la fábula de que Cristo ha venido a la tierra para dar alguna clase de felicidad a la humanidad de algunas épocas futuras--aun cuando Él dijo con total claridad que sus seguidores deben llevar una cruz de sufrimiento, que ellos serán perseguidos constantemente por el mundo, por sus propios hermanos, hijos, e incluso padres, y especialmente cuando nos acerquemos al fin.

Las buenas cosas que los creyentes en la "superstición de Progreso" (una ingeniosa frase de S.A. Rachinsky) están esperando con ansias, de echo, es aquello prometido por el Salvador en la vida futura, pero ni los latinos ni los protestantes están deseosos de aceptar esto por la simple razón que ellos, hablando francamente, creen débilmente en la Resurrección, y muy fuertemente--en la feliz vida aquí y ahora, a la cual los Apóstoles, contrariamente a ellos, llaman neblina que se desvanece (Santiago 4:14). Este es el porque, los pseudo cristianos occidentales no podrán y no pueden entender la renuncia a esta vida que propone el Cristianismo, cual nos ordena a esforzarnos "habiéndoos desojado del viejo hombre con sus hechos y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen Del que lo creó" [Col 3:9-10]

vi. El Amor, y Cómo conservarlo

--Pero el Cristianismo es amor al prójimo, y el amor es compasión en las aflicciones,--los hombres modernos y sobre todo las mujeres dirían,--y el ascetismo es una fabricación de monjes.

Yo no discutiré el primer punto como K. Leontiev [+1891, autor ruso cercano a los Ancianos (Starzy) de Optina] una vez hizo; es más, yo admitiría que, si el amor fuera absolutamente posible sin esfuerzo espiritual, sin la lucha interior, y sin labores exteriores, nada de éstas cosas serían necesarias. Sino seco amor entre los hombres, esto sucedió cuando Lutero comenzó a hablar en nombre de ellos. La predicción se hizo realidad, "por la multiplicación de injusticia el amor de muchos se secará." Con la ausencia de los trabajos exteriores y la lucha interior, pasiones y el reinado de la injusticia, y donde el pecado gobierne, el amor se secará y los hombres empezaran a odiarse entre si [Mat. 24: 10]

Ahora permítasenos volver al segundo punto. Es muy cierto que el amor es expresado, más que nada, en la compasión, pero no tanto en las dificultades materiales de nuestros semejantes por causa de su maldad, y esta compasión sólo es posible para alguien que está llorando por sus propios pecados, es decir, para un luchador.

El ascetismo es una fabricación de monjes... una señora moscovita una vez hizo este comentario y aun mas vivamente siguió: "Su religión completamente es una fabricación de clérigos. Yo reconozco a la Madre de Dios del Iveron y al Mártir Trifon" (I'Iverskaya et Trifon le martyr) [como la mayoría de la nobleza rusa del S. XIX, la señora habló en francés en vez de ruso]; esto ultimo es absurdo. Por supuesto, este, es un testimonio de la ignorancia que tiene nuestra clase culta sobre el significado de ascetismo.

Este concepto no predetermina por lo general el camino a seguir en nuestra vida; no requiere ni virginidad, ni ayuno, ni reclusión. El ascetismo, o la lucha espiritual, es una vida llena de trabajo por uno mismo, una vida dirigida a la destrucción de nuestras propias pasiones ---el adulterio, la fornicación, la vanidad, la ira, la envidia, la glotonería, la pereza, etc.,--y llenando nuestra alma del espíritu de castidad, humildad, paciencia, y amor; el amor nunca permanece como una virtud autosuficiente, sino que siempre es seguido y apoyado por las virtudes del alma humana mencionadas arriba.

Ciertamente, un cristiano deseoso de proseguir su verdadero camino descubrirá que debe retirarse de las distracciones mundanas, humillar la carne, y orar mucho más a Dios--pero estas acciones no tienen valor definitivo ante los ojos de Dios. Ellas sólo tienen valor como medios para la adquisición de los dones del Espíritu. De gran valor es la lucha espiritual en el alma humana--el autoreproche, la autohumillación, la autoresistencia, la autoconpulsion, la introspección, el recuerdo del Último Juicio y la vida futura, el control de los sentimientos, la batalla contra los malos pensamientos, el arrepentimiento y confesión, la indignación contra el pecado y tentación, etc,-- cosas poco conocidas para nuestros sabios hombres modernos, y tan claras y conocidas para cualquier creyente pueblerino, tanto del presente o el pasado. Esto es precisamente, el alfabeto espiritual mencionado por el Obispo Tikhon de Zadonsk [+1783, glorificado como santo]--

Hay dos tipos de hombre culto y sabio: algunos estudian en las escuelas a travez libros, y muchísimos de estos son menos inteligente que los simples e iletrados, dado que ellos no conocen el alfabeto cristiano; ellos solo agudizan la mente, corrigen y adornan las palabras, pero no desean corregir sus corazones. Otros que estudian en oración con humildad y diligencia y son iluminados por el Espíritu Santo, son más sabios que los filósofos de esta era; son devotos, santos y amados de Dios; aunque éstos no saben el alfabeto, comprenden bien todas las cosas; hablan simplemente, toscamente, pero viven bella y favorablemente. A estos, “Oh Cristiano, imitad". (III, 193).

--Esta es la esencia del verdadero cristianismo, el esfuerzo aplicado todo tiempo de nuestra vida. Tan descuidado por las denominaciones occidentales, pero que todavía es central en toda la teología ortodoxa, cual interpreta la totalidad de la Revelación Divina, todos los eventos y dichos de la Biblia, en el contexto de estos estados de perfección espiritual. Habiendo sido encarnado, fue humillado, y padeció por nuestros pecados, el Salvador nos ha concedido, en Su Persona y en comunión con Él, una oportunidad para este esfuerzo espiritual que es el camino para nuestra salvación. Algunos siguen esto [Fil 2:12] voluntaria y conscientemente, viviendo una vida espiritual; otros casi practican esto contra su voluntad, regenerados por los sufrimientos enviados por Dios y por la disciplina de la Iglesia; otros sólo enfrentan su muerte correctamente y por el arrepentimiento, reciben la iluminación en la vida futura, pero el sentido del esfuerzo cristiano siempre se encuentra en el ascetismo, en el trabajo sobre la propia alma de uno; tal es la esencia de teología cristiana.

vii. Ignorancia vs. Razón

Si nosotros seguimos el rastro de todas las tonterías de Occidente, cuales se desarrollaron en su religión, así también se arraigaron en sus costumbres, las cuales son trasmitidas a nosotros a través de la "ventana de Europa", veremos todo forma de ignorancia por la naturaleza de fe cristiana, por la lucha personal para la gradual perfección. Tal es, por ejemplo, el concepto latino y protestante de la Redención, una forma de venganza de la Majestad Divina, que ofendida por Adán, fue vengada por Jesucristo--un concepto originado de la noción feudal de honor caballeresco, donde todo asunto era saneado a través del derramamiento de sangre del ofensor; tal es, el material enseñado sobre los Sacramentos; Tambien, tal es, su enseñanza sobre el nuevo instrumento para la Revelación Divina--el Papa de Roma, quienquiera que sea en la vida actual; tal es, asimismo, la enseñanza de los trabajos obligatorios y supererogatorios. Tal es, finalmente, el dogma protestante de la salvación a través de la fe que rechaza a la Iglesia y su estructura.

En todas estas falacias sobre Cristianismo puede notarse algo extraño a nosotros, a nuestras mentes y corazones, alguna clase de acuerdo negociado entre nosotros y la Deidad, conviniendo, que por razones desconocidas, y aceptamos ciertas y oscuras declaraciones y reglas, recibimos a cambio una recompensa de salvación eterna.

Para defenderse contra las obvias objeciones, los teólogos occidentales han reforzado no sólo sus enseñanzas sobre la supuesta incomprehensibilidad de la naturaleza de Dios, sino también de la Ley Divina, y buscan--como los escolásticos, Lutero, y Ritschel en nuestro tiempo-- condenar la razón como enemigo de la fe, mientras que los Padres de la Iglesia, como San Basilio el Grande o incluso San Isaac el Sirio, no veían como enemiga de la fe, a la razón, sino a la estupidez humana, la negligencia, la falta de conciencia y la obstinación.

viii. Los Valores morales Volvieron de visita

Partiendo desde los errores religiosos a los valores morales de Occidente, vemos en algunos de ellos lo directamente opuesto a los mandamientos cristianos, y estas perversiones están tan firmemente arraigadas en los fundamentos de la vida social y privada occidental que ni siquiera los más grandes levantamientos, que han hecho caer altares cristianos y destruido tronos reales y que no han podido alterar estos salvajes y brutales prejuicios. Así, el Señor nos ordena que perdonemos--mas la moralidad occidental demanda venganza y derramamiento de sangre; el Señor demanda que recordemos humildemente que somos grandes pecadores--mas Occidente pone la "autoestima" sobre todo; el Señor nos llama a regocijarnos y alegrarnos cuando somos perseguidos y despreciados--mas occidente busca la "restauración de honor"; para el Señor y Sus Apóstoles, el orgullo es un pecado demoníaco pero para Occidente es nobleza.

El mas pequeño mendigo ruso, o incluso un nativo poco creyente, un reciente convertido quien no ha partido todavía completamente de sus prácticas paganas, pueden informarnos bien sobre el bondadoso mal que son las autoridades morales de la milenaria cultura occidental, una triste enredo de harapos del Cristianismo con falsa ilusión de antigüedad.

Y la razón para tales tonterías es el fracaso por no poder aceptar la simple verdad, de que el Cristianismo es una religión ascética, una enseñanza para la gradual liberación de las pasiones, sobre los medios y condiciones de la gradual adquisición de las virtudes, ambas condiciones interiores, es decir, la lucha personal, y exterior, igual que, los principios dogmáticos y Misterios llenos de Gracia, todos tienen un propósito: sanar los pecados humanos y llevarnos a la perfección.

¡Gloria a nuestro Dios!

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